

Bulgaria fue habitada por diferentes naciones a lo largo de los siglos: tracios, romanos, bizantinos, eslavos, proto-búlgaros y turcos. En consecuencia, incorpora un vasto universo de testimonios arqueológicos, culturales e históricos, un inmenso legado al que hay que añadir las influencias rusas y las propias búlgaras. Por todo ello, en Bulgaria, se mezclan muchos contrastes, radicales por una parte y curiosos e inquietantes por otra; al tratarse de un país situado en medio de una estrategia geográfica, los Balcanes, ha sido invadido, saqueado y devastado multitud de veces, que siempre ha tenido que luchar por su supervivencia; por este motivo, el símbolo de Bulgaria es el león que rompe las cadenas del yugo invasor.
Bulgaria ha sido siempre una nación con deseos de libertad y actualmente, pugna por salir de su pasado histórico y reconstruir una modernidad que le fue negada por su cruento pasado. Almas de piedra y metal muestra un claro reflejo de esa fuerte psicología latente, donde los distintos artistas forjadores han sabido crear multitud de sentimientos contrastados y dramáticos para dejar un legado artístico y cultural inalterable en el paso de los tiempos.
Este espacio es el resumen de mi impacto por este conglomerado de mágicas tierras donde el rugido indomable y legendario del león búlgaro retumba como un eco eterno que busca su lugar en la historia. Espero que lo disfrutéis.
Texto y fotos: Karl Flaqué Monllonch.-
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