Uno de
los logros más antiguos de la civilización es el compartimiento de la comida y
el ofrecimiento de ésta con veneración y gratitud. Los más antiguos monumentos
de la cultura material están asociados al lugar en que se reunía toda la
familia para comer. Así es en la tradición de todos los pueblos.
¿Cómo
solían servir la comida los búlgaros de antaño en los días hábiles y en los
festivos? La
mesa, común y corriente, hecha de madera y denominada con diversos vocablos en
la tradición búlgara, era elemento obligado del moblaje de todo hogar, por muy
pobre que fuera. A la mesa se sentaban todos juntos. En los meses de invierno
lo hacían varias veces al día y, en primavera y verano, época de intensas
faenas agrícolas, lo hacían una sola vez, al atardecer. Nadie comenzaba a comer
antes de que el hombre mayor de la familia bendijera el pan y lo partiera. Era
un rito obligado, incluso en el día a día. Antes de empezar a comer todos se
persignaban. Lo hacían también en cuanto era levantada la mesa. Incluso cuando
en primavera o verano comían a la sombra de un árbol en proximidad al sembradío
o del huerto, nuestros ancestros acataban rigurosamente esta regla.
Las
normas de buen comportamiento mandaban que todos esperaran hasta que las
mujeres de la familia recogieran la vajilla, los cubiertos y los restos de la
comida. Luego movían la mesa al rincón más cercano y colocaban debajo de ella
las sillas de tres patas utilizadas antaño por los comensales. Sobre la mesa
debía quedar únicamente el pan porque según una creencia tradicional, de
quedarse sin pan sobre ella, la mesa lloraría y su llanto traería pobreza a ese
hogar. Habitualmente, los niños comían aparte de los mayores, sobre una mesita
baja. En el pasado esto valía también de las mujeres, sobre todo las más
jóvenes. Suya era la tarea de preparar la comida y cuidar del comportamiento de
los pequeños. Según la “etiqueta” tradicional, era un pecado hablar durante la
comida, lo mismo que reír. Si alguien empezaba a cantar estando sentado a la
mesa, le advertían “Calla, que te casarán con un gitano o una gitana”. Esta
prohibición era válida durante la mayoría de las festividades tradicionales.
Los
días domingo antes de la Cuaresma, en las ferias populares, en las fiestas de
boda, en los bautismos y en los días de homenaje a los muertos la mesa no se
levantaba. Las buenas amas de casa preparaban gran cantidad de manjares para
recibir a visitantes esperados e inesperados. La comida debía alcanzar para
todos. Durante el festín era permitido abandonar la mesa porque de lo
contrario, ¿cómo podrían alimentarse todos los parientes, consuegros, primos,
etc., que habían venido de visita con toda su familia? Habiéndose saciado, cada
comensal se levantaba de la mesa para ceder su sitio al siguiente comensal.
En la
tradición búlgara la mesa festiva es calificada de dichosa, honesta, dorada,
abundante. En la noción tradicional, en los festines los comensales se sentaban
en sillas cubiertas de oro. Según Marín Marinov, uno de los primeros etnógrafos
búlgaros, las meses festivas “con seis filas de sillas a su alrededor” eran las
que se solían servir en las grandes fiestas de los aristócratas. Al ofrecer un
banquete, los soberanos búlgaros o los aristócratas montaban mesas con seis y
más filas de sillas.
También
hoy en muchos sitios en Bulgaria se suelen hacer las llamadas “mesas comunes”.
En determinadas fechas festivas, especialmente cuando se sacrificaban animales,
la gente se reunía al aire libre. Las más de las veces lo hacían en proximidad
a una antigua iglesia o monasterio o a la sombra de algún árbol secular al pie
del cual se sacrificaba el animal. La mesa se servía sobre paños especiales
tendidos en la tierra o sobre la hierba. En muchos sitios, la tradición manda
servir la mesa festiva en Navidad en el suelo, sobre un paño o mantel
multicolor. Cabe añadir que antaño los paños y manteles para las fiestas de
bodas solían tenderse en el césped de un claro o en el prado destinado a acoger
las celebraciones familiares y las prácticas de ritos sagrados.
Texto Original: Albena Bézovska.
Versión
en español por Raina Petkova.
© Fotos: BTA
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