miércoles, abril 04, 2012

LA ANTIGUA HISTORIA DEL VINO BULGARO



Cerca de la ciudad de Pleven, en el norte de Bulgaria, se encuentra uno de los pocos museos del vino en el mundo, creado en 2008. Está situado en la cueva Kailaka cerca de esa ciudad. En las galerías de la cueva se conservan más de 2 mil botellas de vino búlgaro de todas las regiones del país. El museo posee también la más rica colección de antiguos vinos búlgaros, unas 7000 botellas de vinos añejos de 30 a 100 años. El museo revela la historia del vino en las tierras búlgaras que coincide, en gran medida, con la historia del vino en general.

¿Por qué precisamente en Bulgaria se encuentra uno de los museos del vino más raros en el mundo?

Porque en nuestras tierras hay múltiples testimonios sobre la antigua historia de esta mágica bebida desde los tiempos de los tracios. En la Antigüedad ellos eran considerados los mejores productores de vino. En su Ilíada, Homero cuenta cómo barcos tracios cargados de vino embarcaban al lado del campamento griego frente a Troya. En el siglo IV a.C. Aristóteles también menciona los míticos vinos de Tracia que eran tan espesos que antes del consumirlos era obligatorio diluirlos con agua. Los únicos en la Antigüedad que bebían el vino sin diluirlo eran los tracios. Para ellos el vino tenía un sentido ritual y sagrado. El primer dios del vino es la deidad tracia Zagreo, dios del Sol, que más tarde se reencarnó en el dios griego Dionisio.

“En realidad, el vino está en el centro de toda la cultura y de la religión tracias”, explica la directora del Museo del Vino, Tania Nikólova. Los tracios creían que cuando probaban la mágica bebida, el dios del vino penetraba en ellos y por esta razón se sentían felices y empezaban a divertirse y a bailar. Bebían el elixir de bellos recipientes. Fueron los primeros en mezclar intencionadamente varios tipos de vinos. De esto es prueba el tesoro de oro de Valchitrán en el cual hay tres recipientes cóncavos concatenados, con forma de hoja de una planta, cada uno de los cuales, probablemente, contenía distinto tipo de vino”.

Son muchos los bellos recipientes para beber vino descubiertos en los múltiples túmulos tracios en las tierras búlgaras. La mayoría están elaborados en oro y/o plata. El más famoso es el tesoro de Panagiurishte que estuvo bajo la tierra más de 20 siglos. El amor y la habilidad de los tracios en la producción de este elixir de uvas se trasmitió a los eslavos y a los protobúlgaros que llegaron a las tierras búlgaras después de los tracios y junto con ellos formaron la etnia búlgara. Las leyes de un soberano búlgaro, el zar Krum, que en el siglo 10 prohibió a sus soldados beber vino, son un testimonio de la amplia propagación del vino en la Temprana Edad Media. Es curioso que en la Edad Media se perdió la habilidad de conservar el vino durante mucho tiempo. Con frecuencia la bebida se volvía agria y, por esta razón, el vino joven tenía un precio más alto, contrariamente a lo que ocurre hoy.

El tesoro de Panagiurishte


Los búlgaros conservaron sus tradiciones en la producción de vino también durante la época en que el país fue subyugado y pertenecía al Imperio Otomano (desde finales del siglo XIV hasta el siglo XIX). Una de las razones de ello fue que ellos lograron conservar su confesión cristiana, en la cual el vino es un símbolo muy importante de la sangre de Cristo. Después de la Liberación de Bulgaria de la dominación otomana se produjo un auge de la industria del vino. Se empezaron a introducir las nuevas tecnologías modernas, aplicadas en Europa Occidental.

“La historia contemporánea del vino en Bulgaria empieza en 1890 con la creación de la primera escuela de vitivinicultura en la ciudad norteña de Pleven. En 1902 apareció la primera bodega moderna en la Península Balcánica, siempre en Pleven. Ahí fue fundada también la Estación Experimental del Estado en el Área de la Viti- y Vinicultura que en 1903 se convirtió en Instituto de vitivinicultura, quinto en el mundo. Los demás cuatro institutos de este tipo son el de Rusia (creado en 1828), el de Italia (constituido en 1872), el de Francia (1874) y el de Hungría (1898). Más tarde Bulgaria se incorporó a la Cámara de Productores y Exportadores de Vinos de Calidad, con sede en Paris”.

En las primeras tres décadas del siglo pasado aparecieron varios grandes centros de vinicultura en el país: en Pleven, en Lovech y en Suhindol, en el Norte de Bulgaria. Hoy existen también varios centros de producción vinícola en el sur de Bulgaria: en Plóvdiv, Pazardjik, Sliven, Stara Zagora, Chirpán y Mélnik. Se crearon cooperativas agrícolas que siguieron el modelo de los productores franceses. En las Exposiciones Mundiales que se celebraban anualmente a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, Bulgaria participó con mucho éxito con dos productos principales: el vino y el aceite de rosas. En los años del comunismo, después de la Segunda Guerra Mundial, el vino búlgaro cobró fama en todos los países socialistas. La producción se orientó a los vinos de mesa, una variedad de consumo masivo. Al principio de los años 80 del siglo XX nuestro país consiguió recuperar los mercados de los países de Europa Occidental y ganó posiciones en Gran Bretaña, Alemania, e incluso en Japón.


Hoy la tendencia es crear pequeñas bodegas tipo boutique para producir series de vinos de élite que ganan medallas en las exposiciones internacionales de vino, expandiendo la fama de los vinos búlgaros. Los vinicultores de Bulgaria prestan especial atención a la reintroducción de las variedades de uvas tradicionales de esta tierra: mavrud, shiroka melnishka, pamid, slivenska shefka, rubin, dimiat, misket, pero también se cultivan las variedades francesas más extendidas: cabernet, merlot, muscat ottonel, sauvignon blanc, chardonnay, traminer, etc.

Según la directora del Museo del Vino, Tania Nikólova, dos de las tradicionales variedades búlgaras de viñas tienen gran potencial y una presencia muy extendida en el mercado mundial. Una de ellas es la shiroka melnishka, que se cultiva cerca de nuestra frontera con Grecia, en el sur de Bulgaria, y de la que se produce uno de los vinos predilectos de Churchil, el vino de Mélnik. La otra variedad con gran futuro es el mavrud que se da sólo en la región de Asenovgrad, también en el sur de Bulgaria.

Autor: María Dimitrova
Versión en español por Ruslana Váltcheva
Fotos: Cortesía del Museo del Vino





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